Es la razón de ser de sostener la atención en un partido que pintaba de malo para muy malo. Portugal y Ghana se repartían la pelota en el mediocampo.
Parecía que ninguno tenía autorización para dar más de tres o cuatro seguidos. La imprecisión y la falta de vocación ofensiva se hacía repetitivo. Hasta que apareció él. No en su plenitud, pero sí en su determinación. Su aparición transformó la intrascendencia del día en un vibrante final, con goles, con dinámica, con todo lo que no tenía. Porque el 3-2 del y triunfo se termina explicando por Cristiano Ronaldo.
CR7 no la rompió, de hecho, Bruno Fernandes fue la figura de la victoria. El tema es que Cristiano rompió la mediocridad del juego, la apatía que tenían todos por tratar de pisar el área rival. Porque Portugal no había tardado mucho en hacerse dueño del control del juego.
Entre Silva y Fernandes, y en menor medida Neves, hacían circular la pelota para los laterales pero sin crear peligro. Mientras tanto, en Ghana lo único que podían intentar era dársela a Kudus (el zurdo número 20) a ver si inventaba algo.
El descuento, acompañado por el insulto al aire de Cristiano, mostró las debilidades más profundas de los portugueses. Atacarlos por la izquierda es una fórmula con éxito garantizado y la endeblez de su arquero, Diogo Costa, lo expuso con un blooper en la última jugada que sus compañeros salvaron en la línea…
El descuento, acompañado por el insulto al aire de Cristiano, mostró las debilidades más profundas de los portugueses. Atacarlos por la izquierda es una fórmula con éxito garantizado y la endeblez de su arquero, Diogo Costa, lo expuso con un blooper en la última jugada que sus compañeros salvaron en la línea…