El reconocido actor británico Tom Hardy, de 47 años, abrió su corazón en una reciente entrevista con Esquire al reconocer el impacto que su carrera en el cine de acción ha dejado en su salud física.
Conocido por su intensidad y entrega en personajes como Bane en The Dark Knight Rises o Max Rockatansky en Mad Max: Fury Road, Hardy confesó que el paso de los años y la exigencia de los rodajes han pasado factura:
“Es como si todo mi cuerpo se estuviera cayendo a pedazos ahora, y no va a mejorar”, admitió.
El actor detalló que acumula un historial médico que incluye dos operaciones de rodilla, una hernia discal, ciática, fascitis plantar y problemas en el tendón de la cadera. Lesiones que, asegura, son el resultado de décadas de escenas arriesgadas y entrenamientos extremos.
“Intentaba esforzarme al máximo, hacer malabares con motosierras, subirme a un monociclo y lanzarme de todo”, recordó Hardy con algo de humor negro, aunque hoy reconoce que el cuerpo ya no responde de la misma forma.
Aun así, el británico no planea frenar su ritmo profesional. Actualmente participa en la serie MobLand, junto a Helen Mirren y Pierce Brosnan, y en abril estrenó en Netflix su más reciente cinta de acción, Havoc.
Uno de sus papeles más emblemáticos de los últimos años ha sido Eddie Brock en la trilogía Venom. Según Hardy y la directora Kelly Marcel, siempre estuvo claro que la saga terminaría con Venom: El último baile. Pese a ello, el actor confesó que le habría gustado un cruce con el Spider-Man de Tom Holland:
“Me encantaría hacerlo, pero eso está mucho más allá de mi control. Soy sólo un actor en ese mundo”.
La franqueza de Hardy muestra una cara poco visible del cine de acción: las secuelas físicas que, detrás del glamour de Hollywood, acompañan a los actores que se entregan por completo a sus personajes.







