La guerra en el mar Negro volvió a tener un episodio de alto impacto con un ataque de precisión de la inteligencia ucraniana contra uno de los buques más singulares de la flota rusa. Según informó el 11 de septiembre la Inteligencia de Defensa de Ucrania, un dron impactó y dañó un barco de clase MPSV07, una nave multifunción de gran valor estratégico y económico para Moscú. Las imágenes de video difundidas por las autoridades ucranianas muestran cómo el artefacto no tripulado golpea directamente el puente de mando del buque mientras este patrullaba cerca de la bahía de Novorossiysk, actual base de buena parte de los navíos rusos en la región.
El ataque no solo evidenció la vulnerabilidad de los barcos rusos frente a las operaciones tácticas con drones, sino que también habría dejado al navío fuera de servicio. De acuerdo con el medio ucraniano The Kyiv Independent, los sistemas electrónicos de reconocimiento e inteligencia del barco quedaron destruidos, y la nave fue enviada a reparaciones. Aunque no existe aún verificación independiente del estado real de la embarcación, lo cierto es que, de confirmarse, sería un duro golpe logístico para Rusia.
El barco en cuestión pertenece a la clase MPSV07, diseñada para operaciones de buceo, exploración del lecho marino y vigilancia avanzada. Estas naves cuentan con vehículos operados a distancia, sonar de barrido lateral y equipos especializados de reconocimiento electrónico. Moscú solo posee entre cuatro y cinco unidades de este tipo, según datos cruzados de fuentes abiertas y de la propia inteligencia ucraniana. La pérdida temporal o permanente de una de ellas comprometería la capacidad de Rusia en tareas de control marítimo y operaciones submarinas.
Además, el costo del buque es otro factor que agrava la situación. Se estima que su valor asciende a unos 60 millones de dólares, lo que significa que un solo ataque con dron pudo haber dejado inutilizado un activo naval multimillonario. Ucrania ha intensificado en las últimas semanas sus ataques contra barcos rusos, demostrando que la estrategia de golpear unidades clave de la flota es una de las formas más efectivas de desgastar al Kremlin en el frente marítimo.
No es el primer éxito de Kiev en este terreno. El pasado 28 de agosto, las fuerzas ucranianas atacaron el buque de misiles Buryan-M en el mar de Azov, y desde el inicio de la invasión en 2022 habrían destruido o inhabilitado cerca de un tercio de la flota rusa del mar Negro, incluyendo al barco de desembarco Caesar Kunikov, el patrullero Serguéi Kotov y la corbeta de misiles Ivanovets.
Aunque aún se desconoce el nombre exacto del MPSV07 alcanzado, lo que queda claro es que Ucrania ha logrado introducir un factor de incertidumbre permanente en las operaciones navales de Rusia. Cada ataque exitoso no solo genera pérdidas materiales, sino que obliga al Kremlin a redistribuir sus recursos, invertir en reparaciones y replantear su estrategia marítima.
El episodio en Novorossiysk confirma que la guerra ya no se libra únicamente en las trincheras y ciudades devastadas, sino también en el mar, donde los drones ucranianos se han convertido en un arma silenciosa pero letal contra objetivos que parecían, hasta hace poco, intocables.