Las tensiones entre Estados Unidos y Venezuela alcanzaron un nuevo nivel tras las declaraciones del expresidente Donald Trump, quien insinuó la posibilidad de llevar a cabo operaciones terrestres en territorio venezolano bajo el argumento de combatir el narcotráfico. El anuncio se produjo luego de una serie de operativos militares en aguas del Caribe, donde embarcaciones sospechosas de transportar drogas hacia territorio estadounidense fueron destruidas, generando gran preocupación en Caracas y aumentando la incertidumbre sobre los próximos pasos de Washington.
Trump aseguró que, si bien gran parte de la droga llegaba por mar y había sido contenida con estas acciones, lo siguiente sería actuar en tierra firme. Este planteamiento encendió las alarmas dentro del gobierno de Nicolás Maduro, que interpretó la advertencia como un preludio de una posible incursión directa. La Casa Blanca, por su parte, insiste en que sus operaciones tienen como único objetivo frenar el narcotráfico; sin embargo, informes de The New York Times apuntan a que algunos altos funcionarios estadounidenses estarían interesados en aprovechar este contexto para presionar aún más al régimen venezolano e incluso buscar su caída.
En esta misma línea, figuras como el entonces secretario de Estado, Marco Rubio, han reiterado en varias ocasiones que Maduro no es un presidente legítimo, sino un actor vinculado a redes de narcotráfico. Estas acusaciones, sumadas a los movimientos militares cerca de las fronteras venezolanas, han reforzado la percepción de que existe un interés más allá de la lucha contra las drogas, lo que podría escalar hacia una confrontación política y militar de mayor alcance.
Frente a este panorama, el gobierno venezolano reaccionó con rapidez. Maduro firmó un decreto de conmoción externa que le otorga poderes especiales para responder en caso de agresión. El documento contempla la activación de planes de seguridad ciudadana, el despliegue de milicias, así como el cierre de fronteras terrestres, marítimas y aéreas. Con esta medida, Caracas busca prepararse ante cualquier escenario, reforzando su discurso de defensa de la soberanía y alertando a la población sobre la posibilidad de un conflicto.
La tensión sigue creciendo en la región, y mientras Washington insiste en sus operaciones antidrogas, Caracas denuncia que se trata de un intento de desestabilización política. Por ahora, la incertidumbre domina el panorama y los analistas advierten que cualquier paso en falso podría desencadenar un episodio de confrontación con repercusiones internacionales.







