La desaparición de Ayelén Sofía Páez Oliveros, una adolescente de 16 años, mantiene en vilo a Bogotá desde el pasado 9 de agosto. Ese día, la joven salió de su casa en Chapinero con un único propósito: comprar un tajalápiz que necesitaba para presentar la prueba del Icfes, al día siguiente. Lo que parecía una diligencia rápida y cotidiana se transformó en un drama familiar y en un misterio que, a más de un mes, sigue sin resolverse.
Su madre, Claudia Oliveros, recuerda con angustia cada detalle de esa tarde. Según su relato, Ayelén pasó gran parte del día estudiando, preparándose con nerviosismo pero con ilusión para enfrentar la prueba Saber. Su sueño era ser admitida en medicina, y la presentación del examen era el primer paso en ese camino. “Normalmente ella iba a comprar sus cosas ahí cerquita, pero pasaron 30 o 40 minutos y no regresaba. Entonces me empecé a preocupar”, cuenta.
La búsqueda fue inmediata, pero infructuosa. El celular de la menor apareció apagado desde el primer momento, y los cuadrantes de Policía tampoco lograron ubicarla en la zona cercana a la carrera séptima con calle 67. La familia pasó la noche en zozobra y, al día siguiente, la esperaron en el colegio donde debía presentar la prueba. Ayelén nunca llegó.
Las cámaras de seguridad aportaron algunas pistas iniciales: la registraron caminando por la calle 67 y bajando hacia la avenida Caracas. Sin embargo, no hay certeza de que haya ingresado a una estación de TransMilenio. Lo más desconcertante fue lo que vino después. Un video con fecha del domingo 10 de agosto, a las 3 de la mañana, la muestra caminando sola y aparentemente desorientada por la avenida Primera de Mayo, en el sur de la ciudad, a más de 17 kilómetros de su hogar.
Ese rastro, confirmado luego por un testigo que la reconoció gracias a publicaciones en redes sociales, condujo la investigación hacia la localidad de Kennedy. Allí, las cámaras volvieron a registrar a Ayelén, esta vez avanzando por el barrio El Rubí. Entre las 3:40 y las 3:43 a. m., la joven aparece en una calle principal llena de comercios, pero poco después su imagen se desvanece de los registros. El camino lleva hasta el río Tunjuelo, y aunque la Policía buscó en la zona, no hubo cámaras que confirmaran si llegó allí.
Desde entonces, la búsqueda se ha concentrado en Kennedy, sin resultados claros. No han existido llamadas extorsivas, tampoco se han encontrado conversaciones sospechosas en sus redes sociales, y el celular permanece inubicable. “No hay pistas de nada en ningún lado… A uno le pasan miles de cosas por la cabeza. Es algo espantoso”, expresó su madre entre lágrimas.
Las autoridades barajan hipótesis inquietantes: desde que pudo haber sido retenida en una de las denominadas “ollas” de la zona, hasta la posibilidad de trata de personas. Sin embargo, ninguna versión ha podido confirmarse. La madre de Ayelén insiste en que su hija no se fue por voluntad propia; asegura que no existían problemas familiares ni conflictos que pudieran explicar una desaparición voluntaria.
Interpol ya emitió una circular amarilla para difundir internacionalmente el caso, pero la familia considera insuficiente el despliegue actual. “Pedimos que más autoridades se vinculen, que no dejen este caso en el olvido. Mi hija tiene sueños, tiene futuro, y necesitamos encontrarla”, implora Oliveros.
Hoy, las imágenes de Ayelén Sofía Páez circulan por todo el país con la esperanza de que alguien pueda aportar un dato certero. Su historia se ha convertido en símbolo de la vulnerabilidad de los adolescentes y del dolor de tantas familias que, como la suya, claman por respuestas en medio de la incertidumbre.