El oeste de Kenia vive momentos de devastación tras un alud de tierra provocado por intensas lluvias, que dejó al menos 21 personas muertas y más de 30 desaparecidas en la zona montañosa de Chesongoch, ubicada en el condado de Elgeyo Marakwet. El desastre, producto de las precipitaciones torrenciales que azotan la región desde hace varios días, destruyó más de mil viviendas y dejó a centenares de familias sin hogar.
El ministro del Interior, Kipchumba Murkomen, confirmó que las labores de búsqueda y rescate continúan, aunque los equipos se vieron obligados a suspender temporalmente las operaciones durante la noche debido a las fuertes lluvias y las condiciones del terreno. “Seguiremos con los esfuerzos para localizar a los desaparecidos. Pedimos a las comunidades afectadas trasladarse a zonas seguras y evitar los cauces de ríos y montañas inestables”, expresó el funcionario en un comunicado publicado en la red social X.
Los equipos de rescate —compuestos por efectivos del Ejército keniano, la Policía Nacional y voluntarios de la Cruz Roja— enfrentaron serias dificultades para acceder a las áreas más afectadas, ya que las carreteras colapsaron por el lodo y los derrumbes. A pesar de ello, lograron evacuar a 25 personas con heridas graves, quienes fueron trasladadas en helicóptero a Eldoret, en el oeste del país, para recibir atención médica urgente. Otras víctimas con lesiones menores fueron atendidas en hospitales locales, según informó el medio DW.
El gobierno de Kenia, en coordinación con organismos humanitarios, activó un plan de emergencia y asistencia para los damnificados, que incluye la distribución de alimentos, agua potable, medicinas y refugios temporales. Las autoridades evalúan la posibilidad de reubicar a las familias cuyas casas quedaron completamente destruidas, ya que el terreno sigue inestable y existe riesgo de nuevos deslizamientos.
La magnitud del desastre se refleja en los testimonios de los sobrevivientes. Uno de los residentes de Chesongoch relató a la agencia AP el momento del desastre: “Escuchamos un sonido ensordecedor, como si la montaña se partiera en dos. Corrimos con los niños sin mirar atrás, y cuando volvimos, todo estaba cubierto de lodo”.







