El rápido ascenso de DeepSeek, el sistema de inteligencia artificial desarrollado en China, ha encendido las alarmas en los gobiernos occidentales. Estados Unidos, junto con varios países europeos y asiáticos, ha decidido reforzar las restricciones sobre el uso de la plataforma, alegando preocupaciones sobre seguridad, espionaje y vulneración de la privacidad.
Desde su lanzamiento en enero de 2025, DeepSeek se ha posicionado como una alternativa competitiva en el campo de la IA generativa. Sin embargo, su vínculo con la legislación china —que obliga a las empresas a compartir datos con el Gobierno y el ejército si así lo requieren— ha generado un fuerte rechazo internacional. Según un informe del Comité Selecto del Congreso de EE. UU. sobre el Partido Comunista Chino, el sistema “redirige información hacia la República Popular China, crea vulnerabilidades de seguridad para sus usuarios y manipula contenido conforme a intereses políticos del régimen”, además de estar “basado en tecnología estadounidense obtenida de forma ilícita”.
Ante estos señalamientos, al menos 17 estados norteamericanos, entre ellos Texas, Nueva York, Virginia, Georgia y Oregón, han prohibido el uso de DeepSeek en redes gubernamentales. El veto también se ha extendido a organismos federales: el Pentágono, la NASA, la Marina y el Departamento del Comercio han bloqueado el acceso a la aplicación en sus dispositivos oficiales. La Cámara de Representantes y el Senado adoptaron medidas similares, mientras que el Departamento del Tesoro de Pensilvania eliminó el programa de sus sistemas.
El primer paso lo dio Texas, cuyo gobernador Greg Abbott ordenó bloquear todas las páginas web con vínculos a la República Popular China dentro de las agencias estatales. Otros estados siguieron su ejemplo, sumando a la lista negra no solo DeepSeek, sino también herramientas como Manus AI, de Alibaba, y redes sociales como RedNote y Lemon8, ambas pertenecientes a ByteDance, la matriz de TikTok.
En paralelo, el Congreso estadounidense avanza con varias iniciativas legislativas, entre ellas la No DeepSeek on Government Devices Act, que busca prohibir definitivamente el uso de la plataforma en dispositivos del Estado. También se estudian leyes más amplias como la Decoupling America’s Artificial Intelligence Capabilities from China Act y la China Technology Transfer Control Act, que pretenden limitar la colaboración tecnológica con el gigante asiático.
El fenómeno no se limita a EE. UU. En febrero, Corea del Sur eliminó DeepSeek de sus tiendas digitales, mientras que Taiwán, Australia y la República Checa vetaron la aplicación en redes gubernamentales. Italia impuso una prohibición total por motivos de privacidad, y Alemania pidió a Google y Apple que retiraran el programa de sus plataformas. Irlanda, Francia, Portugal y otros países de la Unión Europea estudian regulaciones similares.
No obstante, la respuesta global no ha sido unánime. En África y América Latina, DeepSeek ha ganado popularidad como herramienta de innovación y desarrollo digital, lo que ha fortalecido la presencia tecnológica y política de China en estas regiones.
El caso DeepSeek refleja una nueva dimensión del conflicto geopolítico en torno a la inteligencia artificial: una disputa en la que los límites entre privacidad individual, soberanía digital y estrategia internacional se vuelven cada vez más difusos.







